Hablar de citricultura o, para ser más claros, del cultivo de la naranja en la Plana de Castelló, es referirse a su historia y al principal elemento vertebrador de dicho territorio, al menos desde principios del siglo XX. Resulta difícil comprender la Plana sin entender la importancia de la actividad citrícola para sus habitantes y lo que ello supone de conexión con el territorio.
La rentabilidad de los cultivos de cítricos, su importancia como uno de los pilares de la exportación española y su papel clave en la entrada de divisas, junto con la acumulación de capital que contribuyó de manera muy positiva al desarrollo de la industria cerámica, son elementos suficientes que justifican una mirada actual hacia sus perspectivas de futuro. Así, interpretamos que la forma en que la citricultura afronta el declive que está experimentando en las últimas décadas tiene en la innovación sectorial su principal estrategia de desarrollo.
Con el objetivo de conocer el abanico de posibilidades que se abren ante el sector citrícola de la Plana, se ha realizado, en los últimos meses (por parte del equipo IIDL-UJI en el proyecto AVALEM) un informe sobre la innovación en la citricultura que señala las fases susceptibles de incorporar innovaciones en el cultivo, producción y comercialización de cítricos en la Plana de Castelló. El objetivo central no ha sido otro que el de identificar los instrumentos necesarios para mantener el liderazgo de la Plana de Castelló en la producción citrícola. Así, se ha constatado que, para ello, se hace necesario conocer los rasgos característicos de dicha actividad: su estructura varietal, la gestión de tierras, los ejes centrales del proceso de cultivo y el sistema de riego, para terminar estudiando el actual sistema de comercialización, donde la posición del agricultor tradicional se debilita paulatinamente.
La Plana de Castelló, como territorio que agrupa las comarcas de la Plana Alta y la Plana Baixa, se convierte en la principal zona productora de naranjas de la Comunitat Valenciana, destacando especialmente en mandarina y, más concretamente, en la variedad autóctona de la Plana: la clemenules. El necesario ajuste varietal se debe tanto a la necesidad de alargar los meses de campaña citrícola como a la adaptación a los gustos cambiantes de los consumidores, por lo que, junto a la hegemónica clemenules, están apareciendo un número cada vez mayor de nuevas variedades, resultado, en muchos casos, de procesos de investigación públicos y privados.
En lo que hace referencia a la fase de cultivo, los problemas detectados desde la óptica de la innovación no lo son tanto de conocimiento (o de disponer de las herramientas) como de la limitación que impone la actual estructura de cultivo y gestión de tierras. El problema se manifiesta tanto en el tamaño de las parcelas (muy por debajo de otras zonas productoras de cítricos, como es el caso de Andalucía) como también por unas explotaciones de menor tamaño, lo que indirectamente dificulta la adopción de innovaciones en sistema de cultivo (cambio de variedades, marco de cultivo y mecanización) y, aunque con menos dificultades, en cuestiones derivadas de los sistemas de riego.
El tercer y último eslabón en la cadena de valor viene referido al proceso comercial. Este presenta, desde mediados del siglo XX, una clara dualidad entre agricultores agrupados en cooperativas agrarias (destinadas exclusivamente, al menos en sus orígenes, a la comercialización de naranjas, pero que posteriormente han ido incorporando la gestión de los cultivos como uno de sus servicios esenciales), y las empresas privadas de comercialización, que, en muchos casos, también son productoras, y que simbolizan otro modelo de explotación comercial. De hecho, estas dos alternativas representan dos formas muy diferentes de responder a los problemas derivados de la gestión de infraestructuras y costes fijos de almacén y comercialización, y de hacer frente a la llegada de cítricos de otras zonas del mundo.
En este punto, el sector privado ha sido capaz de encontrar en la importación de cítricos un modo de ampliar la duración de su campaña y reducir así los costes unitarios asociados al mantenimiento de la maquinaria y el inmovilizado en almacenes.
El trabajo ha permitido, además de identificar los aspectos mencionados, señalar como punto central la necesidad de innovar en temas relativos a la gestión de la propiedad. Se trata de la gestión de tierras en relación al tamaño de explotaciones, la creación de unidades de cultivo agrupadas en función de partidas agrícolas, una planificación en la introducción de nuevas variedades y, en definitiva, un cultivo que permita una dedicación a tiempo completo del citricultor. El reto es complejo a la par que necesario, si pretendemos hacer frente al envejecimiento de los agricultores y al difícil encaje de la agricultura a tiempo parcial. Por otra parte, y tal vez incluso más importante, cabe referir la cuestión del tamaño como estrategia para hacer frente (en condiciones de mayor igualdad) al control que comercializadoras nacionales e internacionales ejercen sobre el mercado citrícola.