Hacer referencia a la industria alimentaria en Castellón es, sobre todo, identificar la unión entre un territorio y un conjunto de productos de calidad. Una simbiosis que surge desde la materia prima que ofrece el territorio y que se consolida con procesos artesanales que combinan tradición con el cuidado al producto que exige la actual regulación alimentaria. La apuesta por la tradición y la continuidad de estas actividades en el tiempo está íntimamente relacionada con el saber hacer territorial, con la transmisión de conocimiento tácito entre generaciones en el territorio. Este proceso, que se produce dentro de contextos familiares y territoriales supone la fortaleza principal de la actividad, de tal forma que, además de identificar el producto con una comarca, y, más aún, con una población determinada, podríamos también establecer, en muchos de los casos, la conexión con un nombre o una familia concreta. Es decir, tanto la materia prima como el producto están inmersos en la tradición local, y pertenece a un acervo cultural que las familias de un territorio han cultivado y desarrollado durante años.
Los efectos sobre el desarrollo territorial parten de la identificación de ‘lo local’ como forma de conexión con los rasgos culturales y regionales de los alimentos. El producto está dotado de un relato que lo vincula al territorio y que solo desde esta relación es posible entenderlo en su totalidad. De ello se beneficia principalmente el turismo, de un modo especial, a través del turismo gastronómico y sus implicaciones en el sector comercial.
El consumidor, como destinatario de productos de calidad, busca no solo satisfacer un conjunto de características organolépticas sino también un relato que, a través de sellos de calidad, le aporta al territorio un conjunto de valores relacionados con el cuidado del medio ambiente, la pervivencia de tradiciones y, sobre todo, una cierta singularidad que forma parte del atractivo turístico.
La provincia de Castellón cuenta con dos productos con Denominación de Origen Protegida, como son la alcachofa de Benicarló y el aceite de la Comunitat Valenciana (AOVE) con tres subáreas reconocidas en el Maestrat, Alto Palancia y la Plana Alta-Alcalatén. A estas DOP se unen las Indicaciones Geográficas Protegidas (IGP) de Vinos de Castellón y la más genérica de Cítricos Valencianos. Otras figuras de calidad son la Especialidad Territorial Garantizada, la Agricultura Ecológica, los Productos de Parque Natural y otros productos que cuentan con elementos de calidad suficiente para avanzar en la clasificación de alimentos con calidad diferenciada. Estrategias como la que marca la Diputación de Castellón con Ruta del Sabor contribuyen a visibilizar todo un conjunto de productos de calidad convertidos en instrumento de desarrollo territorial y estrategia frente a la despoblación.
El reto territorial consiste en implementar mecanismos de comercialización que unan producto, marca y territorio. De esta forma, no solo se apoya el concepto de calidad alimentaria, sino que se transmite la imagen de marca del entorno territorial, lo que genera efectos positivos sobre el turismo y otras actividades que contribuyen a fijar población en el territorio.