La decisión de poner en marcha una empresa depende directamente del perfil personal y profesional de su promotor o promotora, de su visión comercial, de su capacidad inversora y del uso de los recursos que tenga a su alcance.
En función de estas características hemos clasificado a las personas emprendedoras:
1. Hombres y mujeres de entre 35 – 40 años, con experiencia laboral acumulada en el sector donde pretenden emprender, que conocen a sus posibles clientes y los márgenes comerciales para obtener beneficio. También disponen de una lista de proveedores y conocen la inversión que deben realizar.
2. Hombres de más de 50 años inmigrantes o retornados que deciden invertir en un proyecto empresarial para salvar la barrera que supone la edad y la falta de contactos en el país.
3. Extranjeros que quieren dedicarse a procurar relaciones comerciales entre sus países de origen y la UE, o a montar algún negocio aquí con la mentalidad de allí.
4. Mujeres en torno a los 37 o 38 años que, después de haber tenido a sus hijos y una vez que éstos ya están escolarizados, deciden volver a la actividad laboral, pero que tienen el hándicap de la edad y de la compatibilidad de los horarios.
5. Jóvenes menores de 35 años que quieren poner en marcha una idea de negocio pero que carecen de experiencia laboral en ese sector y con unos conocimientos muy limitados sobre el mundo empresarial.
6. Personas desempleadas sin un proyecto empresarial definido y que acuden a varias entidades con la esperanza de que allí les aporten ideas, los recursos y los contactos necesarios.
Esto no quita que algún caso particular se pueda clasificar en un perfil distinto al que, en principio, le correspondería por edad, sexo o formación.
En el eje x, de izquierda a derecha, se representa el grado de profesionalidad para poner en marcha una empresa Los factores que suman son los conocimientos y la experiencia previa, los contactos, la gestión integral, el estudio de los competidores y, sobre todo, las necesidades reales de sus clientes.
En el eje y, de abajo a arriba, se representa el grado de confianza en uno mismo para cambiar la situación laboral, por tanto, es un parámetro subjetivo, que tiene que ver con el carácter, la situación personal y familiar y su grado de decisión.
Para los colectivos de los puntos 2 y 4, hombres de menos 50 años inmigrantes o retornados y mujeres de 37 o 38 años que han sido madres recientemente, el emprendimiento supone una salida laboral, porque el mercado laboral no les ha ofrecido otra posibilidad.
En cambio, para aquellas personas entre 35 y 40 años (punto 1), con una experiencia laboral extensa y conocimientos precisos, generar un proyecto empresarial como autónomos es la salida natural a su trayectoria profesional.
Las posibilidades de éxito menguan con los colectivos de los puntos 3 y 5, ya que carecen del saber hacer que da la experiencia. Ellos estiman que el objetivo es alcanzable si se preparan o asesoran convenientemente.
Por último, hay personas que quieren emprender pensando en que «si otras han podido, ellas también lo podrán hacer», pero realmente lo que quieren es cambiar de ocupación. En muchos casos, no tienen una idea de negocio bien definida.
Atención en función del perfil
Desde el Área de Creación de Empresas hemos atendido a un conjunto de personas diverso, con ideas de negocio más o menos realizables. Lo que nos ha quedado claro es que la idea no condiciona la futura empresa, sino el carácter y las circunstancias de la persona, que definen intrínsecamente su perfil emprendedor.
Las intervenciones del personal técnico del área de creación de empresas con cada perfil también han sido muy distintas.
Tipo Intervención
1 Síntoma: conocen el margen de beneficio / la clientela / los proveedores / los costes de la competencia. Es el caso de aquellas personas que buscan su salida profesional. La intervención ha consistido en señalarles los trámites necesarios y, una vez cumplimentados, han ido al PAE a darse de alta.
2 Síntoma: conocen el negocio / tienen experiencia profesional / tienen pocos contactos / inciden en la edad o la migración para explicar su situación personal. En este caso, hemos dispensado la atención para procurar mostrar el ámbito administrativo local y comarcal, el entorno de su propuesta de negocio, la competencia y los contactos que pueden ser más relevantes.
3 Síntoma: personas que han vivido dos realidades socio-culturales distintas / quieren dar servicios de intermediación a cambio de una comisión / o servicios a la población de la forma de su país original. Es difícil poder dar una atención satisfactoria, ya que los referentes culturales son diferentes. La actuación tiene por objeto que la persona emprendedora sea consciente de los condicionantes reales (normativa, modos y costumbres, red de apoyo).
4 Síntoma: mujeres con hijos en edad escolar. La salida laboral se ve impedida por la falta de ofertas, de ahí la necesidad de emprender. La atención dispensada hace un recorrido por los trámites, normas y mercado que mejor se adapta a su situación (disponibilidad de horarios, movilidad, formación) procurándole además los recursos de apoyo que necesita para emprender.
5 Síntoma: jóvenes con conocimientos laborales, pero con poca experiencia / carencias de recursos económicos y de conocimiento del mundo de gestión de la empresa. La atención incide en que complementen el plan de empresa, analizando las inversiones necesarias, así como la futura cuenta de explotación para que pueda calcular el umbral de rentabilidad. Especial interés también ponemos en concretar cuál va a ser su público objetivo y qué van a hacer para llegar a él y en qué van a superar a la competencia.
6 Síntomas: personas que divagan sobre su idea de negocio / personas que acuden a varios técnicos para que les digan qué idea es la más conveniente.
La atención que dispensamos es que si no lo tienen claro es mejor que no se arriesguen, ya que montar un proyecto empresarial puede llevar al éxito, pero también al fracaso. Se les ofrece mejorar sus habilidades para que mejoren sus posibilidades laborales.